Nota: Es un pequeño obsequio, a quien le interese, claro. Consiste en un fragmento de mi libro “LA NOCHE DE BILLIE HOLIDAY” (parte del capítulo 3) que acabo de escribir. De propia creación y basado en múltiples documentos que, dificultosamente, he conseguido a través de pocos y directos contactos que la conocieron, creo que he narrado algo distinto, en castellano, sobre Lady. Obviamente, tengo permiso de la Editorial para la reproducción de dicho fragmento en La Taberna del Blues.
….En New York comenzaría una serie de actuaciones en el club Onyx. Sesiones que la ocuparían prácticamente el resto del año, a excepción de algunas presentaciones que realizó en teatros acompañada por la banda de Terry McRae. La temporada que permaneció en el Onyx con la base instrumental de la orquesta de Roy Eldridge tuvo éxito de audiencia, compartiendo cartel con Dizzy Gillespie, quien en algunas ocasiones llegó a acompañarla. Años más tarde, el músico recordaba sus días en aquel club.
—”Durante un tiempo ella fue una parte vital del Onyx. Tenía una personalidad dinámica, era una gran estilista,… en el primer momento en el que oías su voz sabías que era Billie Holiday. Influenció a muchos cantantes de la época y posteriores”.
Independientemente de la gran sensibilidad que demostraba como artista y como persona, Billie era una sibarita en sus apariciones profesionales en las que utilizaba consciente o inconscientemente un protocolo con ribetes aristocráticos. Cuando finalmente se decidía a salir de su camerino, se tomaba un tiempo hasta llegar al escenario. Primero saludaba gentilmente a algunas personas o invitados especiales que hubiera en la sala, y a continuación se tomaba una copa en la barra con amigos y admiradores mientras su orquesta o grupo improvisaba sobre sus canciones.
Una vez tomado el pulso a la audiencia, ajustaba su actuación al mínimo si esta no era de su agrado, o bien la extendía con tres o más interpretaciones si la atmósfera le era propicia. Como golpe de efecto y hacia la mitad de su actuación, iniciaba los primeros versos de “Strange Fruit” iluminada por un solo foco, limitando la contemplación del público a su cara y a su figura.
En el escenario era una persona con una tremenda facilidad para transmitir emociones, una virtud que junto a su elegancia e innato buen gusto hacía que el público no pudiera apartar sus ojos de ella durante toda su actuación. Hacía gala de una clase especial, propia.
Llegó a trabar una buena amistad con el pianista Joe Springer que le acompañó ocasionalmente en alguna de sus actuaciones en el Onyx. Por esa razón, cuando terminó su contrato con el club e inició un recorrido por otros clubs de New York, le ofreció a Springer que la acompañara oficialmente. Este aceptó encantado convirtiéndose en su pianista titular durante los años 1944-46. Springer la admiraba profundamente como cantante, especialmente por su acusado sentido del ritmo; razón por la que mantuvo mucho tiempo en su recuerdo una anécdota que solía contar a todo aquel que la quisiera escuchar.
—”Una noche estábamos haciendo el tercer y último pase de nuestra actuación en uno de los muchos clubs de la calle 52. Por aquel entonces, yo ya había aprendido a ralentizar los tempos de las canciones que Billie interpretaba en el último pase, ya que a esas alturas de la noche estaba moderadamente ebria, había fumado marihuana, bebido whisky y alguna que otra cosa más que le hacía perder sus reflejos. Pero esa noche se pasó, nunca la vi llegar tan lejos. Subió al escenario y nos dijo a todos: ‘Chicos, hoy estoy realmente borracha’, y a continuación se agarró al micrófono con ambas manos utilizándolo como un asidero para no caerse. Yo empecé a bajar todavía más el tempo de la melodía con cuidado de no llegar al punto de arruinar la canción. Bille entró atrasada en la melodía con un hilo de voz. Normalmente, acostumbraba a cantar ligeramente atrasada un compás con respecto al ritmo, por lo que en un principio aquello me parecía normal. Sin embargo, esa vez se fue desacompasando a medida que la canción avanzaba, de forma y manera que hacia la mitad del tema iba varios versos retrasada con respecto a la melodía. Empecé a preocuparme seriamente ya que esa situación era impensable cuando ella estaba sobria e incluso algo bebida. Cualquier músico sabe que siempre se debe de seguir al cantante, acelerando o bajando el tempo de la melodía con el fin de disimular sus posibles errores…, no era profesional que yo no supiera hacerla entrar en el ritmo. Pero era tal el retraso que llevaba que yo no encontraba forma humana de hacer encajar la melodía con la voz. Pensé que estaba totalmente inconsciente de la música… y de repente pasó lo imprevisto: Billie se tragó una docena o más de palabras e instantáneamente se encajó con la música. A pesar de su estado, ella guardaba la melodía en alguna parte de su confuso cerebro y su sentido del ritmo hizo el resto,… aunque su voz sonaba como un viejo gramófono al que se le estaba acabando la cuerda”….
….Lady trabajó en otros clubs cercanos al Onyx como el Yacht Club, regentado por el prestigioso productor de televisión Monte Kay, un hombre que supo comprender y evitar sus debilidades mandándola a casa a descansar después del primer pase de cada noche con el fin de evitar situaciones imprevistas y no deseadas.
El asfalto de la calle 52 respiraba jazz y no era una zona demasiado violenta para los ambientes que predominaban en el New York de aquella época. Aún así, hubo algunos incidentes. En cierta ocasión, un marinero blanco de las Fuerzas Navales estadounidenses con cierta carga etílica en su cuerpo le gritó “¡nigger!” (negra, en sentido despectivo) en plena actuación, al mismo tiempo que le tiraba una botella de cerveza. Desafortunadamente, el proyectil dio en su cabeza y no pudo evitar derramar sus lágrimas. Su dolor, más que físico moral, estaba causado por el recuerdo de todas las oportunidades que le habían sido negadas por su condición de mujer de color, una marginación racial que el término “nigger” representaba perfectamente.
Otra noche, Frank Sinatra, uno de sus más acérrimos fans, se encontraba sentado en el Yacht Club en compañía de su representante y amigo, Hank Sanicola, disfrutando de la actuación. Dos hombres se sentaron en otra mesa delante de ellos bloqueando con sus cuerpos la visión que Frank y Hank tenían del pequeño escenario. Sinatra, molesto, se levantó y les dijo si no tenían inconveniente en desplazarse, a lo que uno de los hombres le respondió: “¿Cree usted que somos fans de Frank Sinatra?”. La contestación del cantante se tradujo en un inesperado puñetazo que ocasionó una sombra negra en un ojo de su intercolutor. Sinatra, que acudía frecuentemente a sus presentaciones, comentó en varias ocasiones:
—”Billie Holiday ha sido y todavía lo es, la enseñanza musical que más me ha influenciado. Lady Day es, incuestionablemente, la inspiración más importante que la música popular ha tenido en los últimos veinte años”.
Billie no opinaba igual, y así se lo explicó al columnista de prensa Earl Wilson en 1944:
—”Escucha cariño, yo no le he enseñado nada a Frank. Cuando yo estaba trabajando en el Three Deuces de Chicago, Frank era el cantante solista de la orquesta de Harry James y una noche nos encontramos con otros amigos para tomar unas copas. Le dije a Frank que no fraseaba correctamente, que podía doblar o alargar las notas en algunos finales, pero él me contestó que eso no era nada comercial…, sin embargo, ahora anda por ahí diciendo que yo le he inspirado. Yo, en lo único en lo que le ayudado es en eso, a doblar algunas notas”.
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Como Billie era muy consciente de que necesitaba gastar grandes cantidades de dinero en la compra de heroína, calculó los sustanciosos beneficios que podía ingresar en su cuenta si seguía dando conciertos en teatros, y así lo hizo. El éxito que consiguió con su presentación en el Regal de Chicago lo repitió en 1944, y las revistas Downbeatyy Bandleader no conformes con reconfirmar sus buenas críticas, aseguraron que pronto iba realizar una película en Hollywood para la Warner Brothers.
Desafortunadamente, aquello no era nada más que un rumor sin fundamento. Billie, deseosa de creérselo acudió rápidamente a su dentista para que le arreglara algunas de sus piezas defectuosas. En cualquiera de los casos, la reforma dental le vino de perlas para su debú en el Downbeat Club de New York en 1944. En aquella ocasión, su orquesta estaba liderada por el vibrafonista Red Corvo y co-liderada por los músicos Paul y Dud Bascomb, todo un lujo instrumental que realzó su presencia en el escenario. Apareció luciendo una figura envidiable; pero su tipo no se debía a una estudiada y estricta dieta, sino a problemas de salud.
Milt Gabler, un viejo y buen amigo, había comenzado a trabajar como Productor para la Compañía Decca a finales del año 1941, y en 1944 consigue que Lady comience a grabar en ese sello después de ver rescindido su compromiso con la Columbia. Gabler quiso grabar con ella cuatro discos de 78 r.p.m. ofreciéndole a Joe Glaser, su representante, 1.000 dólares por sesión; bastante más de lo que hasta entonces Billie había recibido de la Columbia.
Durante tres sesiones celebradas entre los meses de marzo y abril, grabó un material que había seleccionado el propio Gabler y que se componía de estándares como “How Am I to Know”, “My Old Flame”, “I´ll Get By”, “I´ll Be Seeing You”, “I´m Yours”, “Embraceable You”, “As Time Goes By”, “He´s Funny That Way”, “Lover Come Back Tome”, el tema favorito de Gabler “Billie´s Blues”, y una nueva versión de “I Cover the Waterfront”, la primera vez que regrababa un tema que la Columbia ya había registrado y publicado con anterioridad.
En octubre del mismo año tendría lugar otra sesión de grabación que, en este caso, entrañaría grandes novedades para el mundo del jazz. Billie solicita, y su deseo se ve cumplido, un fondo de violines como ‘back’ instrumental para sus canciones. Hasta entonces ningún intérprete de jazz había disfrutado de semejante acompañamiento; tuvo que ser Lady Day quien estrenara esa original instrumentación grabando “Lover Man (Oh, Where Can You Be?)”, una canción que formaría parte de su repertorio cotidiano hasta el final de su carrera. El disco, cuya cara B contenía una interpretación de “That Ole Devil Called Love”, ocupó los primeros puestos de la lista de éxitos que la revista Billboard publicaba por entonces bajo el título de “Most-Played Juke Box Race Records”.
Alfonso TRULLS "Trully"