A Miguel Ángel Martínez aka Johannes Winter siempre lo veréis con la sonrisa en la cara. De pequeño unos profesores de piano, nada ortodoxos, le enseñaron que la música se podía componer e improvisar y que era diversión. Desde que descubrió el blues no ha dejado de interesarse por los diversos estilos, principalmente Chicago, Boogie Woogie y Nueva Orleáns, y continúa escuchando y descubriendo.

Al igual que juega con las teclas cuando actúa también ha sabido jugar con las palabras en esta larga entrevista. “El piano es el mejor instrumento de acompañamiento que existe. Los guitarristas nos envidian secretamente.” Pasen y lean.

1.- Un instrumento como el piano nos hace siempre pensar en el Conservatorio. ¿Fue una decisión tuya aprender a tocar este instrumento?

Empecé a aporrear órganos en los recreos del colegio cuando tenía menos de diez años porque mis padres querían apartarme de la delincuencia y el matonismo infantil. Daba clase de piano y órgano como actividad extraescolar una hora o dos a la semana. No era nada parecido a la exigencia de un conservatorio, y sobre todo servía para pasarlo bien tocando y aprendiendo poco a poco. Tuve la suerte de tener unos profesores argentinos, los Messina, que enseñaban sobre todo a tocar canciones populares y eran unos apasionados del jazz. Tenían un método estupendo: enseñaban a tocar el piano de forma más parecida a como se enseña a tocar la guitarra popular que como se enseña normalmente a tocar el piano, que es de forma clásica, con mucha partitura. Lo primero que me enseñaron fueron los acordes y que la música se podía componer e improvisar, también algunos rudimentos de armonía bastante pronto.

En mi caso, el piano siempre fue una diversión. No tenía que tocar como un virtuoso, sino cuatro acordes y melodías que se te quedaban en la cabeza. La técnica la iba aprendiendo poco a poco y sin exámenes ni nada parecido. Si quería tocar un tema que me gustaba, tenía que esforzarme, pero si no me gustaba, pasaba a otra cosa. En cambio, creo que un conservatorio puede ser más parecido a un colegio, con mucha disciplina. En un conservatorio es fácil ver el piano como una obligación, con la excepción de la gente que tiene un gran talento natural y una gran facilidad, para quienes la exigencia puede incluso ser una motivación. Pero creo que el conservatorio es para una minoría y para gente que quiera dedicarse profesionalmente a la música clásica o la enseñanza. Tengo amigos que empezaron en conservatorio y odian el piano. Conozco incluso un caso de una amiga que terminó la carrera de piano y no ha vuelto a tocar, por tener malos recuerdos de la disciplina. Yo veo las partituras del conservatorio y me entran sudores fríos. A la gente que quiera aprender a tocar el piano o que quiera que sus hijos aprendan algo de música no le recomiendo un conservatorio. Solamente será una buena inversión si el chaval es un talento extraordinario.

2.- ¿De qué forma entraste en contacto con el blues?

Teniendo catorce años yo escuchaba a Queen y los Dire Straits. Un buen día el profesor de piano me dice «¿has escuchado alguna vez Blues?», y lo le dije que no. Se puso a tocar un shuffle y me dijo «aquí se trata de improvisar, no hay partitura más que para la mano izquierda». Eso me encantó, porque siempre me ha aburrido y frustrado la parte de descifrar una partitura. Ahora para tocar había que escuchar, no leer. Había que agenciarse discos de Blues, y podía empezar por escuchar a Ray Charles y a B.B. King y luego sacar algo de sus melodías de oído.

A partir de ahí fui investigando por mi cuenta. Me compré el primer disco que encontré de B.B. (que resultó ser el magistral Blues Summit), y un disco recopilatorio con 10 temas de Muddy Waters y otros 10 de John Lee Hooker, que salía más barato. Aluciné. No quería escuchar otra cosa más que Blues. Un amigo mío empezó a tocar la guitarra y en un método del quiosco vi una foto del disco de John Mayall con Eric Clapton. Me lo compré y lo escuché cinco veces seguidas. Por ese disco empecé a tocar la guitarra y a interesarme por el órgano. A partir de ahí empecé a comprar revistas y buscar listas de «los mejores discos de Blues». Creo que es la mejor manera de empezar. No hay pérdida: Empiezas por B.B., Muddy, Clapton y John Lee, y luego sigues por Howlin’ Wolf, Sonny Boy Williamson, Freddie y Albert King, sigues hacia abajo por el Mississipi y acabas llegando al Blues rural de Son House y a Nueva Orleáns.

3.- ¿Qué pianistas te han marcado más?

El primer pianista de Blues que escuché es uno de los que más me ha marcado: el que toca en el disco de B.B. King, Live at the Regal. No sé quién es, creo que es Duke Jethro, pero es el estilo que siempre he querido hacer. Como he escuchado ese disco literalmente cientos de veces, algo se queda. Otis Spann quizá sea el pianista que más me ha influido. Empecé a escucharle muy pronto, en los recopilatorios de Muddy Waters y para mí su estilo es la Biblia del Blues de Chicago. Podía reconocer cuando estaba tocando él y cuando era otro el que tocaba con Muddy -el único que se le acercaba en gusto era Lafayette Leake, otro genio.

Un pianista que me descubrió otra manera de tocar el piano es Dr. John. Tuve la suerte de verle tocando en La Haya en un festival y flipé como pocas veces en mi vida. Su manera de tocar Blues y Jazz era distinta a lo que estaba acostumbrado a oír. Era el mismo lenguaje de Blues que conocía, pero con un aroma completamente distinto: el de Nueva Orleans. A través del Dr. John empecé a escarbar y oír discos de Professor Longhair, Fats Domino, Huey Piano Smith. Todos ellos me encantan y me han influido mucho.

El tercer descubrimiento que me marcó, y este es relativamente reciente, fue el Boogie Woogie. A través de los discos de Dr. John y de los conciertos de Lluís Coloma, que es un tío muy grande como pianista y como persona, empecé a oír a Albert Ammons, a Pete Johnson y a Jerry Lee Lewis, que para mí es un pianista de Boogie Woogie con una dosis perfecta de histeria y anfetaminas. El piano de rock ‘n roll de los 50 es Boogie Woogie directo y crudo.  Oyes los discos de los 30 y 40 y es casi lo mismo, pero más sofisticado e incluso más rápido.

4.- ¿Con qué estilo te sientes más identificado, Nueva Orleáns, Chicago, Boggie Woogie…?

Me encantan los tres estilos y los tres forman parte de mi manera de tocar. Quizá ahora estoy más metido con Nueva Orleáns porque es lo que más escucho, todavía estoy descubriendo muchas cosas.

5.- ¿Consideras que se habla demasiado de armonicistas o guitarristas frente a pianistas?

Completamente. Los guitarristas y constituyen una dictadura opresora hacia el resto de músicos de Blues. ¡Pianistas del mundo, uníos! Ahora en serio, yo creo que es inevitable porque son los instrumentos más accesibles de tocar. Aunque hay muchos pianos, no hay tanta gente que se dedique a tocarlos para algo que no sea clásico. En cambio, la guitarra popular se enseña muy bien, hay muchos métodos que se venden hasta en los quioscos. Y hay muchas guitarras baratas buenas. Y armónicas, no digamos. Luego todo el mundo puede tocar la armónica y dar el pego, aunque sea de forma chafardera, como ha demostrado Bob Dylan. Eso quizá hace que haya más guitarristas y armonicistas.

Pero por otro lado quizá hay un peso excesivo de la imagen del Bluesman como un tipo tocando la guitarra vagabundeando solo por Mississipi, acompañado a veces por un armonicista. Tenemos la idea romántica de que ese es el «Bluesman más puro», el original y no la copia. Lo que pasa es que eso es una idealización a toro pasado. En su época pianistas como Albert Ammons, Memphis Slim o Charles Brown tuvieron mucho más éxito e influencia que Robert Johnson, por ejemplo, o incluso que Son House y Charley Patton. No digamos Fats Domino, que es uno de los universalizadores del lenguaje del Blues, y que ha vendido casi tantos discos como Elvis o los Beatles, y al que han versionado muchísimo otros artistas de Blues, casi tanto como a Muddy. De hecho, la imagen de la guitarra como instrumento más asociado con el Blues no empieza hasta los 60 y es principalmente por la revolución del Blues-Rock británico, completamente dominado por guitarristas que adoraban a BB, Albert y Freddie King. Pero curiosamente el Blues más puro y genuino del que se tiene constancia es el de las Blues Queens, las reinas del Blues de los años 20 como Ma Rainey o Bessie Smith. Y siempre iban con pianistas. El primer guitarrista famoso de Blues es Blind Lemon Jefferson a finales de los 20, que tocaba con una fuerza animal y de hecho con desarrollos paralelos en el Country, motivó que se empezaran a distribuir guitarras baratas y bastante decentes en el catálogo de venta por correo de  la Sears Roebuck y la Montgomery Ward, que era lo que mejor se podía permitir la gente de Mississipi.

6.- ¿Requiere una diferente concepción musical tocar un piano de cola o un Hammond, por ejemplo?

Aunque los dos tienen casi las mismas teclas, cada instrumento requiere una técnica bastante distinta, pero sobre todo una manera de pensar en lo que uno va a tocar. En un Hammond no debes tocar tantas notas, y tienes que jugar con el volumen y, si lo tienes, con el Leslie. Un Hammond puede ser como una sección de vientos o como un saxo. Una sola nota del Hammond destaca mucho, y puedes o tienes que hacer colchones de acordes matizando mucho el volumen. También hay que tener cuidado de no comerse al bajista, que suele estar igual de resentido con los organistas como los organistas lo estamos con los guitarristas.

En cambio, un piano requiere mucho más trabajo con la mano izquierda -que no se pega tanto con el bajo- o más trabajo de acordes, y mucho más físico en la mano derecha. La manera de tocar el piano en Blues es más percusiva que tocar el órgano, y creo que requiere más técnica. El órgano puede ser más melódico, por otra parte.

7.- Si no es muy sencillo tocar blues en España, supongo que para un pianista aún menos. No hay tantas salas que tengan un piano. ¿Cuál es tu opinión?

Es muy difícil encontrar una sala de conciertos o un bar con un piano en estado de funcionamiento. Y cuando lo está, los guitarristas (y/o armonicistas) te machacan con sus amplis y tienes que sudar sangre para hacerte oír, porque siempre pasan mucho de bajarse el volumen. Hace mucho tiempo era distinto, no había equipos de alta fidelidad y había muchos pianos por necesidad. Pero ahora es distinto, en un garito no compensa tener y mantener un piano cuyo sonido, además, será ahogado y estrangulado por los amplis del resto de los músicos. Solamente se conservan en locales de Jazz como el Café Central o Clamores (o en el extinto Bogui).

8.- Muchos de los teclistas llevan o lleváis un teclado más sencillo de transportar para poder adecuarse a las salas. ¿Repercute negativamente en vuestra música? ¿Podría incluso pensarse que enmascararía al pianista mediocre frente al bueno?

Es una necesidad física. Creo que no repercute negativamente mientras el instrumento sea bueno. Es verdad que limita a un pianista puro, porque no hay nada como tocar un piano de verdad, y hay matices importantes que son difíciles de reproducir en un instrumento portátil. En cambio, no limita para nada al organista, que ha visto como el cielo se abre ante él con la llegada de órganos portátiles de calidad. Llevar un Hammond de los antiguos es una tortura, hacía falta una mudanza. Ahora ya no es necesario.

No creo que esto enmascare al pianista mediocre, porque creo que la calidad está en las melodías y la música, no en los retos físicos o técnicos a los que se enfrenta el músico (que creo que deben ser los mínimos posibles). Ahora, es verdad que un pianista acostumbrado a tocar en teclados portátiles semicontrapesados puede ser humillado a la hora de hacer un concierto entero con un piano acústico, que requiere mucha más fuerza, técnica y forma física…

9.- ¿Cómo ves la escena del blues en nuestro país, y más en concreto la del piano? ¿Crees que hay zonas geográficas «más sensibilizadas» hacia este instrumento?

España es un país de guitarra, sobre todo el Sur y el Levante. A mí me encanta, y creo que tampoco perjudica a los pianistas. ¡Te diría que hasta nos deja un hueco! La competencia entre guitarristas es feroz. En Madrid creo que hay cierta mayor afición por el piano, gracias a la influencia a la escena del Jazz, que está muy viva y con muy buenos pianistas. En Cataluña he visto muy buenos pianistas, quizá sea la herencia del gran Tete Montoliú…

10.- Formas parte del grupo «Screamin’ Witch Doctors» ¿Es para dar salida a tu vena musical más rockera?

Sí, tocamos un Rythm & Blues sesentero, mezclado con psicodelia rock y aires pantanosos de Nueva Orleáns. Para mí es parte del mismo lenguaje que el Blues, una extensión si quieres. Pueden cambiar un poco los acordes respecto al canon del Blues y puedes experimentar un poco más, pero la mentalidad es bastante similar. No pienso en que tengo que cambiar el chip… Tengo la suerte de tocar con Urban von Ripper y Richie McArrow, dos musicazos. Kino, que fue el ideólogo del grupo, dejó la batería pero ahora está un batería muy bueno, Burning Serge. Urban además monta un espectáculo muy divertido para el público, que se puede llevar unos buenos sustos y reírse un rato en los conciertos. Acabamos de sacar un primer disco: «Come On Let’s Dance!». Es de lo mejor que he grabado en mi vida -¡espero que penséis lo mismo!

11.- ¿En que proyectos te encuentras actualmente inmerso y cuales son los que tienes previsto en un futuro?

Ahora mismo los Blind Lemons estamos haciendo conciertos llevando nuestro primer disco (Southside Gumbo), que representa el cruce de los dos estilos que más nos gustan: Chicago y Nueva Orleans. Es la esencia de la filosofía del grupo, dentro del Blues puro y del Rythm & Blues. David García con su armónica y Goyo Web con la guitarra son los chicagueros y Kino y yo somos los que aportamos el amor por Nueva Orleans. Aunque la verdad es que todos en la banda somos chicagueros y nuevaorleanseros. Hemos oído mucho de los dos estilos y nos encantan. Con Marino Orejana al bajo nos lo pasamos estupendamente y nos queda mucho por explorar en este cruce de caminos entre esas dos grandes ciudades del Blues.  También estoy tocando con la espectacular voz de ‘Big Mama’ Esther Cabello a dúo, de vez en cuando. Hacemos Blues del más antiguo que te comentaba, el de las Blues Queens, con toques del Jazz de Nueva Orleáns de Louis Armstrong, y otros clásicos que nos encantan, con mucho Ray Charles.

12.- Un consejo para los músicos que han apostado por el piano

Yo aconsejo dejar en un cajón las partituras de clásico y escuchar a los pianistas de Boogie Woogie y de Nueva Orleans. Y escuchar con detenimiento a Otis Spann. Hay un libro de Tim Richards (‘Improvising Blues Piano’) que está muy bien y se puede conseguir por Internet. También hay unos de Dr. John que son fenomenales, aunque un poco difíciles. Otro que recomiendo es ‘Intermediate Blues Keyboards’  de Tricia Woods. Pero lo más importante con el piano es la paciencia y el intentar empezar por cosas sencillas. La independencia de la mano izquierda es lo más importante para un pianista, pero se puede conseguir gradualmente.

También es fundamental intentar tocar con otros músicos, teniendo paciencia con ellos igual que la pueden tener con uno. Un piano se puede intercambiar solos con un guitarrista o un armonicista, y es tan divertido solear como disfrutar del solo de otro músico haciendo el acompañamiento. Y jugamos con una ventaja: el piano es el mejor instrumento de acompañamiento que existe. Los guitarristas nos envidian secretamente.

Más información: www.myspace.com/majohannes