Imagínate a un hombre mayor, de raza negra, sumido en las sombras del pequeño escenario de un, todavía más pequeño, club o cafetín en el que narraba historias acompañadas con anárquicos acordes de su guitarra. Imagina a ese mismo hombre contando magistralmente las mismas historias del garito, pero ahora subido a un gran escenario de un Festival Folk donde miles de caras blancas le miran y escuchan enfervorizados. Eran los años 60.
Ese gran contador de historias, ese improvisador compulsivo, fue un cantante tan profundo y abierto como la tierra que le vio nacer. Al mismo tiempo, fue un guitarrista caprichoso e improvisador, además de prolífico compositor; adjetivos o características que se pueden aplicar a la que había sido su carrera discográfica. Grabó cientos de canciones desordenadamente, según salían de su cabeza, para docenas de sellos discográficos de diversa catalogación. Ese hombre fue, es, Sam “Lightnin´” Hopkins.
Aunque su “relámpago” (traducción del apodo) no fuera tan electrizante y “aullador” como el de su coetáneo Howlin´ Wolf, su blues era tan versátil y expresivo como el de Skip James o Mississippi Hurt, otras leyendas del género que han pasado a la historia. Hopkins marcó una época en este género, ya que es considerado el principal exponente de lo que se podría denominar como la “segunda ola” del blues.
Sam Hopkins nació en un pueblo de Texas, en 1912, y desde que era un crío se le vio con la guitarra en la mano y el lamento en la garganta. Antes de cumplir los diez años de edad ya había cantado en alguna fiesta junto a Blind Lemon Jefferson. Con poco más de veinte años, recorría su tierra cantando en compañía de su primo, cuando un avispado empresario discográfico de un sello llamado Aladdin, le ofreció grabar. Hopkins aceptó la oferta sin la aquiescencia de su celoso primo, e inició su definitiva carrera en solitario. Corría el año 1946. A partir de entonces empezó a grabar con el primer sello que le ofreciera una sesión, siempre y cuando el pago fuera al contado y en efectivo. Esta fue la causa de que Hopkins grabara tanto y tan discriminadamente. Así discurrió su carrera, hasta que la gente empezó a demandar el blues eléctrico que por aquella época, se hacía en Chicago. Y cesaron los contratos discográficos. Hopkins se refugió en los garitos de Houston donde permaneció una larga temporada. Después, llegaron los finales de los años 50 y sucesivos 60. Ocurrió que a los universitarios de aquella época les entró la inquietud folk, y todos lo géneros con raíces se pusieron de moda.
Proliferaron los multitudinarios Festivales Folk y los clubes abrieron sus puertas a intérpretes que, hasta entonces, no habrían imaginado pisar aquellos escenarios, incluído el Carnegie Hall de Nueva York. Un escenario en el que un privilegiado público pudo escuchar sus canciones junto a las de Pete Seeger. Lightnin´ Hopkins volvió a los mejores circuitos del blues y reinició su prolífica y continuada carrera de grabaciones como era su costumbre, al contado y en billetes.
De nuevo los catálogos discográficos se llenaron con las composiciones de este músico. Pero como todas las modas tienen sus ciclos, llegaron los finales de los años 70 anunciando una nueva recesión para este género. Y esto también hizo historia: el público le dio la espalda al blues y la cara al rock & roll. Curiosamente, Hopkins había dado palpables muestras “rockanrollianas”, antes del nacimiento de este género musical, en interpretaciones grabadas a primeros de los 50, como por ejemplo “Happy New Year”.
Cuando se inició el declive del blues, Hopkins ya había grabado todo lo que se podía grabar dentro de su exultante creatividad, y estaba seriamente aquejado por un cáncer. Murió en su tierra, en 1982.
Dedicado a los buscadores blueseros de discos, comento que la compañía Sony, dentro de su catálogo Legacy, editó un cedé conteniendo una cuidada colección de las mejores creaciones de este bluesman. Bajo el título de “Hello Central”, se encuentran, cuidadosamente remasterizados veinte blues que, grabados en los años 50, harán vibrar a los amantes del género. Por supuesto, existen otras múltiples recopilaciones de otros tantos sellos discográficos entre las que cabe destacar, además de la mencionada, la del sello discográfico EMI bajo el título “The Complete Aladdin Recordings”.
Trully