Faltaba poco para la medianoche, hora en que los lobos aúllan según antiguas tradiciones y que están reflejadas de moro oral o escrito tanto en las novelas como en el comic, mal llamado a lo que siempre fue tebeo.
El cielo estaba cubierto de nubes gruesas, plomizas, y hacía frío, estaba para nevar y no era lo habitual en estos primeros días de marzo. Las pocas farolas que me mal alumbraban iban señalando el camino. Estaba en pleno centro de mi ciudad de residencia pero las calles que conducían a mi destino recogían años de desatención, de desprecio al habitante. Pero allí estaba, en la cuesta de la calle Molestia, casi llegando a la avenida de los Desamparados, y un luminoso advertía la existencia de un bar, un bar especial, “Bluesistencia”, nombre hermético para opciones avanzadas de la música. Con alguna que otra persona me crucé, pero no había demasiado movimiento por las calles. No llegué muy cansado, cuatro armónicas en mis bolsillos no abultaban nada, aún no estaba por tener mi propio maletín o una cartuchera. Creo que eso ya estaba en desuso pero, joder, me gustaría disponer de una.
Sería una premonición, mas según entré una voz que aullaba entre las sombras y la luz del decentemente ambientado local me recordó que eran casi las doce. “Howlin’ for my baby” y en la barra estaban unos colegas de noches de blues esperando su momento, hoy era la noche de la jam session, la noche del lobo, temblaba pensando que en algún momento, ya avanzada la madrugada, saldría a demostrar lo que había aprendido en siete días y con más ganas aún.
Toda la tristeza y oscuridad del recorrido se había disipado al entrar en el “Bluesistencia”. Me bullía la sangre y el corazón, ¿qué más se podía pedir si iba a interpretar mi música favorita? Aunque sólo me escucharan diez personas, generalmente las mismas, y aunque solo saliera un pequeño momento. La jam la dirigía desde hacía dos años uno de los más antiguos guitarristas de mi ciudad, un tipo muy sencillo y a la vez sensible y con mucho gusto tocando su Fender. Le acompañaba siempre el mismo bataca y otro guitarra y se intercambiaban los bajistas, armónicas y hasta un saxo se atrevía a incorporarse de vez en cuando. Yo era bastante principiante pero siempre tenía un hueco, en eso residía la grandeza de estos músicos, todos éramos importantes.
Me pedí un tercio de mi cerveza favorita y comencé a charlar con mi colega de tantas noches. Él llevaba tocando la guitarra cinco años, no se perdía un bolo, ensayaba el tiempo que le permitía su ocupación habitual y adoraba el blues. Bueno, como todos los que estábamos allí. Los habituales de la jam cobraban algo por tocar todos los jueves, no creo que mucho además de las copas, pero yo iba por amor al arte y por el gusto de estar con alguno de los grandes del blues de mi ciudad. No creo que venga a cuento decir su nombre. Una ciudad, un pueblo, ¿qué más daba? Podía ser una de tantas.
La música que se pinchaba era la acostumbrada, blues sin concesiones a otros estilos. Entre risas y buen rollo salieron los conductores de la jam más el bajista que acostumbraba a comenzar todas las sesiones; la música del DJ dejó de sonar a la vez que se escuchaba el acorde de una de las guitarras, el final de la afinación de la otra, un redoble acompañado del sonido del bajo y una voz que decía entre el murmullo de la gente “ Unnn, doosss, tres, vamos” y con los compases del “Born Under A Bad Sign” comenzó la música. “Born under a bad sign, I’ve been down since I began to crawl…” Las sonrisas de las caras de los que estaban en la tarima que servía de escenario daban muestras de la alegría de tocar, de disfrutar de lo que hacían, quizás repitiendo los mismos acordes de todas las semanas pero encontrando un placer difícil de explicar con las palabras pero que quedaba reflejado en sus gestos y, al igual que una fascinación, se transmitía al resto del público asistente como unos efluvios cargados de energía compuesta de blues en estado puro, de sentimiento que te iba embargando poco a poco, y a quien además esperábamos colaborar en algún momento de esa magia nos hacía sentir como personas especiales en el universo musical. “If it wasn’t for bad luck I wouldn’t have no luck at all…” Tenía su miga, comenzar con algo llamado “Nacido bajo un mal signo”.
Alguna vez he llegado a pensar que grado de rutina puede llegar a tener en algunos la simple repetición de sus canciones semana tras semana, aunque lo que sí tengo claro es que en mí no se producía ese efecto, mi proceso era de aprendizaje y consideraba que toda la vida estás aprendiendo, en muchos momentos es algo muy sutil que se te escapa pero al cabo del tiempo lo acabas captando. En ocasiones mi mente se ponía a divagar mientras mis ojos reflejaban un profundo interés en la música e incluso contestaba con monosílabos a algún comentario de mi colega de al lado. En un momento me dijo, guiñándome el ojo: “este bajista no es muy bluesero pero el cabrón cómo acompaña”
La jam transcurría con normalidad, muy poco público desconocido que se limitaba a aplaudir y por eso destacaba alguno que se involucraba más, aplaudía en algún solo y lanzaba alguno de esos gritos de apoyo a un solo, a un riff especial, a un momento de la canción que te produce más emotividad y que hace que se te ponga en ocasiones la carne de gallina. Estando en la barra he tenido esa sensación como espectador. Ya iban por el quinto tema, “King Of The Jungle” y cómo se compenetraban las dos guitarras, de reojo miraba a mi amigo y le notaba con unas ganas impresionantes de salir. No quiero hablar de las mías. Había muchos estilos reunidos en el garito y todos con un propósito común. El blues y ser felices interpretándolo. ¡Qué coño nos importaba en las jam ser más técnicos o menos, si del corazón nos salía todo!
Mi amiguete salió, por fín, llevaba toda la semana ensayando “Rock This House”, últimamente le tiraba Hollywood Fats y estaba deseando tocarla. Y mi sorpresa fue que me llamaron a salir, ¿un armonicista en la sala? Bueno, era un ritual, nos conocíamos ya, éramos como de una hermandad. Salí zumbando, orgulloso, a soplar acompañando a mi colega en ese ritmo tan característico de Hollywod Fats, a meter presión a la gente, a intentar que sientan lo que tú, que se muevan.
[Evilblues] Por supuesto y como acostumbraban siempre…"en Sol eh?". Entre alguna que otra birra y mi despiste desmedido ,a veces solamente era emoción, mejor que avisasen el tono. No me gusta sentir las miradas de la gente clavadas en mí debido soplidos fuera de tono.
Siempre cuesta pegar las primeras notas,pendiente del bajo y la bateria a ver cuando cambian,atento a las señales,gestos,esos fill de batería que anuncian el subidón del tema…pero solo al principio. apenas en 2 minutos vuelves en ti y sabes que estas "en familia" al menos durante los 4 o 5 min que durará el tema.
Mi amiguete salió, por fín, llevaba toda la semana ensayando “Rock This House”, últimamente le tiraba Hollywood Fats y estaba deseando tocarla. Y mi sorpresa fue que me llamaron a salir, ¿un armonicista en la sala? Bueno, era un ritual, nos conocíamos ya, éramos como de una hermandad. Salí zumbando, orgulloso, a soplar acompañando a mi colega en ese ritmo tan característico de Hollywod Fats, a meter presión a la gente, a intentar que sientan lo que tú, que se muevan.
[Evilblues] Por supuesto y como acostumbraban siempre…"en Sol eh?". Entre alguna que otra birra y mi despiste desmedido ,a veces solamente era emoción, mejor que avisasen el tono. No me gusta sentir las miradas de la gente clavadas en mí debido soplidos fuera de tono.
Siempre cuesta pegar las primeras notas,pendiente del bajo y la bateria a ver cuando cambian,atento a las señales,gestos,esos fill de batería que anuncian el subidón del tema…pero solo al principio. apenas en 2 minutos vuelves en ti y sabes que estas "en familia" al menos durante los 4 o 5 min que durará el tema.
Los gestos de los que estas pendiente,esos redobles ,los "hey,este solo es tuyo" pasan a ser intuiciones. Sabes que es tu momento,ahora hay que hacer hueco en los pulmones para los bending. Luego atrás,es el turno del resto de la gente y de nuevo las miradas de "lo has hecho bien chaval" o "esto no es una competición"…los nervios ya se saben,pueden traicionar de vez en cuando
Y desde aqui hasta el final de la noche…
Recuerdo fines de fiesta memorables cuando tocábamos “Rollin’ & Tumblin’”, el bataca se salía, qué ritmo, que redobles, las voces, las guitarras, la armónica, todo a la vez en un breve intervalo. Cualquiera diría que se iba a hundir el escenario.
Todos acabábamos sudando, bebiendo cerveza casi de un trago, contentos, felices de habernos hecho pasar un buen rato a nosotros mismos y de ver a los pocos elegidos de un público minoritario, casi siempre fiel, disfrutar de lo que ofrecíamos, nuestro arte y nuestro corazón.
Eugenio Moirón y Evilblues para La Taberna del Blues.
Mayo de 2006
Mayo de 2006