La inquietud por revitalizar el blues no parte de este escrito, ni de un determinado disco, ni del tabernero que me mira cuando le pido otra copa, ni de la serie de Scorsese, buena, pero incompleta.
Hace ya más de treinta años, la inquietud partió del seno de una mayoría intelectual e izquierdista que habitaba en las Universidades estadounidenses y que vivía en zonas como la del Greenwich Village de Nueva York. Ellos consiguieron difundir una proclama a favor de la vuelta a los ancestros musicales que, para entonces, ya habían fomentado intérpretes de reconocido prestigio como Leadbelly, Son House, Brownie McGhee y Sonny Terry, entre otros artistas del blues y del folk.
La demanda por escuchar a los intérpretes de géneros acústicos y con raíces –hasta entonces casi ignorados- se disparó de tal forma que los Festivales, discográficas, managers
y demás gente relacionada con el negocio de la música se vieron desbordados.
Dijo John Lee Hooker: “Si la voz es mala, tendrás que trabajar más la letra…”
Es conocida la anécdota de los Rolling Stones. Cuando el grupo viajó por primera vez a los Estados Unidos para tocar en un programa dirigido a la gente joven, Mick Jagger le preguntó al Productor si podían tener como artista invitado a Howlin´ Wolf. El responsable de la organización le respondió: ‘¿howlin quéeee?’. Jagger tuvo que explicarle a ese hombre de quién estaba hablando. Tras arduas deliberaciones y debido a la exigencia del líder de los Rolling, la organización no tuvo más remedio que localizar a Wolf y contratarle para que tocara con ellos. Los que tuvieron la oportunidad de ver aquel irrepetible concierto nunca olvidarán aquella genial e inaudita reunión de generaciones musicales.
Antes, unos maestros bluesmen habían tomado Chicago a fuerza de púa y amplificador. Para ellos, el blues eléctrico era algo tan cotidiano que formaba parte de su educación musical. Algo muy distinto de lo que les ocurrió en su momento, a Howlin’ o a Muddy Waters, grandes del género bluesero que vivieron, experimentaron y crearon la evolución de lo acústico a lo electrificado.
También y por aquel tiempo, Buddy Guy deambulaba por las calles de Chicago hasta que se encontró en un club con Otis Rush y Magic Sam: la magia de un nuevo blues surgió entre ellos nada más conocerse. Paralelamente, un sello discográfico llamado Cobra, que grababa a los artistas que se movían por los garitos de aquella ciudad, creaba de forma espontánea un sonido que distinguiría de por vida el blues urbano de la época: el sonido Chicago West Side, característico, entre otras cosas, por la introducción del bajo eléctrico.
Pocos años después, la inquietud de un amplio sector de la afición joven de los EE.UU. hizo que tanto la industria discográfica como el showbizz se plantearan analizar el gran negocio que se les venía encima. Hubo una conclusión: contratar a todos los “mágicos” bluesmen sacando del olvido a algunos grandes maestros por un módico coste y presentarlos en grandes Festivales, al mismo tiempo que reeditar sus discos y grabar otros nuevos. Fue un fructífero negocio para todos: intérpretes, productores e industria discográfica. Aún así, hubo Compañías que trabajaron por y para el blues independientemente de las posibles y sustanciosas ganancias.
Y así llegó la explosión del blues de los 70. Muddy, Wolf, Buddy Guy, Son Seals, John Lee Hooker, Blues “Boy” King y un largo etcétera revivieron una música que jamás había muerto, aunque olvidada por las audiencias mayoritarias.
Claro está que, por consecuencia y al olor del negocio, algunos músicos blancos se subieron al carro de blues con mayor o menor acierto musical. Unos fueron efímeros, y otros, como Jimi Hendrix, Johnny Winter o Roy Buchanan, por citar algunos, permanecerán para la Historia del género.
Hubo muchas grabaciones dignas de figurar en los anales de cualquier antología del blues del siglo pasado. También acaecieron encuentros hasta entonces impensables. Sucedió uno muy especial: la voz de Hooker, su guitarra Epihone y los Canned Heat dentro de los estudios de grabación Liberty. Lástima que fuera la última grabación en la que participara el gran músico Alan ‘Blind Owl’ Wilson, un armonicista de los grandes.
Repito: “Si la voz es mala, tendrás que trabajar más la letra…”
Pues eso, la dialéctica del blues.
TRULLY