Reportaje: Belgium Rhythm & Blues Festival, BRBF.
Fecha: viernes 14, sábado 15 y domingo16 julio, 2006
Lugar: Peer – Bélgica
Autor: Steven Verhoeven – Fotos: Alfons Maes
Traducción para La Taberna Del Blues: De Ferre, con permiso de Bobtje Blues Pages, www.bobtjeblues.com

Queridos amigos del blues, la vigésimo segunda edición del Belgium Rhythm & Blues Festival, más conocido entre los aficionados como “Peer”, ha acabado de nuevo. Si nos permitimos también contar con las Peerse Fieste (visto que fueron el antecesor de lo que ahora es el festival de blues más grande de Europa) fue esta edición otra nueva fiesta, puesto que era la trigésima vez que el simpático pueblecito de Limburgo ha sido invadido por las hordas del blues.

¿Hace falta decir que hacía calor en Peer? ¿Y que mucha gente buscaba refrescarse de la manera más pintoresca (con agradecimiento a los distribuidores de hielo de cierta marca cervecera)? Aquellos que buscaron el fresco bajo la sombra de la tienda principal salieron engañados más de una vez. El programa prometía muchas cosas buenas de antemano y la temperatura no subía sólo a causa del sofocante sol: muchos artistas ofrecieron actuaciones muy calientes sobre la escena, y más de una vez cuando el sol ya se había puesto.

Pero comencemos por el principio o, mejor dicho, por los principiantes, los teloneros, los despertadores. El honor, algo dudoso en algunas ocasiones, de abrir el festival corrió a cargo de Dr. Blue Beat, una banda de diez músicos que jugaba en casa. El ska de Dr. Blue Beat gustó a los primeros y aguerridos espectadores, aunque personalmente tenga yo mis dudas sobre lo adecuado de incluir a semejante grupo en la programación. En los folletos del festival se apunta todavía hacía la esencia del blues, pero a mí se me escapa cual puede ser la esencia de este grupo cuando se trata de blues, incluso en el sentido más amplio de la palabra. Así, aunque no tuvieran nada que ver con el estilo musical que muchos de los presentes esperaban encontrar, sí supieron Dr. Blue Beat atraer mi atención gracias al bis, que automáticamente se gana el premio a la versión más original de cuantas se tocaron en el festival: “Nightboat to Cairo” de Madness, un grupo que cuenta con mi simpatía y no por casualidad.

Y ahora que hablamos de premios y de teloneros: el domingo comenzaba con Cuban Heels. Holandés, crudo y potente. Blues que suena a música grabada tras una resaca ganada en los más oscuros garitos y redimida en una misa gospel. Aunque provengan de más allá de la frontera norte de nuestro humilde país, suenan como si se hubiesen escapado de las montañas del norte de Mississippi. Piensa en RL Burnside, o en The Black Keys y añade una gota larga de Little Walter, imagina unos muchachos del coro que han descubierto los placeres de la vida y que sacian su sed en la fuente que ya es infernal. Imagina lo que quieras, pero los señores de Cuban Heels supieron convencer al público de su poderío. A tan pronta hora podía ya uno hablar de uno de los puntos álgidos de esta edición. Cuban Heels merece el premio al acto más convincente y potente del pasado fin de semana blusero.

¿Y Fried Bourbon? Déjenos decirlo a nuestra manera: Steven Troch llevaba una camiseta con una verdad como un camión impresa en ella. La elección de vestuario fue profética y dictaba: “TALENTED”. No soy yo quien para contradecir semejante afirmación, sobre todo si es tan cierta como que la tierra es redonda. También los señores de Fried Bourbon dibujaron con destreza una gran actuación, con su mezcla de contemporáneas interpretaciones de los clásicos y temas propios. Tampoco colaboró demasiado el magro público coreando “St-Peter”, a mi parecer a causa del dantesco calor y no por falta de energía sobre el podio. Esperamos ansiosos la confirmación de nuevas grabaciones tras la impresionante actuación de este cuarteto.

Extraño aunque cierto: en estos tres días causaron las segundas actuaciones idéntico efecto en mí. Tanto el dotado guitarrista Julian Sas, el intento de renovación del blues de Michael Messer o el country-blues de Brother Yusef fueron agradables durante quince minutos, pero después se me hacía todo un poco aburrido. No me malentiendan, a Julian Sas lo tengo en alta estima, pero daba la impresión de que todo era previsible. Hico en efecto aquello en lo que es bueno: blues-rock, pero no me llegaba. Lo mismo con Michael Messer. El DJ con sus platos de vinilo es una buena idea para un par de canciones, y la manera en que añadía fragmentos antiguos al slide de Messer es bastante impactante, pero una vez más parecía todo una funda artificial en donde ciertos músicos se pierden. Brother Yusef es otra historia. Era su primer concierto fuera de los EEUU y enseguida supo enamorar al público de Peer con su actuación en solitario, repleta de buen bottleneck y contry-blues. Personalmente, esperaba ansioso la llegada de Scout H. Dirham, a quien difícilmente se puede comparar con Brother Yusef, con la fatal consecuencia de que no presté la debida atención al concierto de Yusef. Un público delirante parecía llamar de nuevo a escena a Brother Yusef insistentemente y señalaba con ello mi craso error.

La primera noche había pasado su ecuador con James Hunter. Hunter sorprendió al principio del año a amigos y enemigos con “People Gonna Talk”, su nuevo CD en el que ofrece una mexcla de R&B (el verdadero, no esa cosita que sale en MtV y consortes), blues y soul. Van Morrison alagó a Hunter llamándolo “el mejor guardado secreto del roul y r&b británico” y entretanto se señala a James Hunter como el heredero de Sam Cooke. Veinte años tras su primera aparición en Peer se metió al público otra vez en el bolsillo.

Se nos prometió a Ronnie Spector, pero desgraciadamente su cónyuge fue ingresado en el hospital un poco antes de comenzar su gira europea, por lo que la cantante ha tenido que anular un buen número de conciertos. Como substituta encontraron a Irma Thomas, quizá más conocida por éxitos como “Break Away” e “It’s Raining”. Esta reina del soul de Nueva Orleáns fue anunciada con gran pompa. A pesar de (o gracias a) su majestuosa voz, tuve rápidamente la sensación de escuchar una interpretación de una banda sonora de una, todavía por estrenar, película de Dysney. Todo era bonito y encajaba bien, pero sonaba terriblemente límpido. No exactamente mi estilo favorito.

No, mejor dame un poco de , la otra diva del soul en el programa. Nos dio otro de esos puntos álgidos durante la noche del sábado. Por momentos hizo tanta impresión que el silencio se hizo sepulcral bajo la gran tienda. Al mismo tiempo no puede uno sino añadir que lleva a la perfección su papel de mujer marcada y atormentada. Casi sin darse cuenta se sumerge uno en la terrible vida de “la mujer”. A parte del hecho de que Bettye LaVette es más o menos lo mejor que uno puede escuchar y ver actualmente en este género, tiene uno que vivir un de sus conciertos enteros para disfrutarla de verdad.
El mismo sábado había todavía mucho por ver: Susan Tedeschi, de la en realidad uno sólo puede decir una cosa: blues de la mejor calidad, hecho por una mujer que no hace ningún tipo de teatro, sino que sabe lo que hace cuando se cuelga la guitarra y canta sobre la vida cotidiana. Muchos me darán la razón si digo que Tedeschi tiene clase internacional.Susan Tedeschi
Realmente había mucho por descubrir en esta edición del festival. ¿Qué pensar si no del sublime concierto de Nick Moss & The Flip Tops? Sutil blues de Chicago para chuparse los dedos. También BB & The Blues Shacks, quienes venían de terminar su actuación, se merecen una honrosa mención. Es evidente que se encuentran en la cima europea dentro de sus estilo: Jump & Swing blues. A quien no esté convencido tras su concierto en Peer le recomiendo gustosamente el DVD “Live @ Vier Linden”.
Pero había cosas que me convencieron algo menos. Así, todavía no se me puede considerar un fan de Matt Schofield. A mi parecer es este hombre un acompañante nato que, como ya demostró aquí el año pasado, da lo mejor de sí mismo cuando su líder le da luz verde para lucirse. Con su actual formación cae a menudo en la monótonos y largos solos mientras que su voz no llega a levantar los espíritus. Lo mismo con Good Time Charlie. Estos vikingos tienen una extensa hoja de servicios y conocen su oficio cuando se trata de blues y rock&roll, pero su actuación me dejó frío, siendo franco. Al cantante Hjelmeland le falta fuerza y el guitarrista Karlsen no paraba de intentar demostrar lo virtuoso que es.
Los belgas The Seatsniffers estaban en una forma estupenda. Desgraciadamente, fueron liderados por una boya saltarína y gritóna bajo el melodioso nombre de Barrence Whitfield. Aquí puedo ser sucinto: habría saltado de alegría si al señor White (así se llama el hombre, Barry White) lo hubieran arrojado al foso y le hubiesen devuelto el micrófono a Walter Broes. En fin, un buen entendedor ya habrá adivinado durante qué actuación ha disfrutado el abajo firmante de los diferentes puestos de comida.
Fabulous Thunderbirds
Otra actuación que personalmente no me agradó fue la de The Fabolous Thunderbirds. Tras al concierto me enteré de que los señores apenas habían dormido en toda la noche. No quiero detallar los atuendos de la banda, pero tanto Nick Curran como Ronnie James Weber y Kim Wilson parecían salidos de una película barata. La música no tiene nada que ver con eso, que debe hablar por sí misma, pero el año pasado los encontré mucho más enérgicos en Amberes. Quizá esperaba demasiado, pero este concierto de los T-Birds no me sedujo.
Ah, estábamos repartiendo premios. ¿Se acuerdan? El premio al abucheo más sonado fue para Blunk!, cuando tras una actuación memorable y un primer bis se negaron o no pudieron volver al escenario. Un público ya caliente seguía pidiendo otra canción, pero ya no había nada que hacer. ¿Qué lo precedió? La actuación de una banda formada sobre los restos de Blue Blot, que se hacen llamar por el nombre del estilo musical que ellos mismos inventaron bajo el liderato de Luke Walter Jr, llorado entretanto desde su muerte hace ya diez años. Un concierto en el que Nathan Ambach se hizo cargo de la voz con gran sabiduría y donde Michael Schack demostró una vez más el pedazo de hijoputa que es manejando las baquetas. Blunk! es una máquina bien engrasada que nos puso los vellos de punta en varias ocasiones (pienso en la Oda a Luke Walter Jr.).
Antes de meterle mano a los cabezas de cartel de este año quería dejar claro esto: Guy Forsyth fue para mí lo mejor de esta edición del BRBF (y ampliado también de la del año pasado…). Claro que no todos estarán de acuerdo, sobre todo si no te van las actuaciones de un hombre solo. Sí, el truco del serrucho musical ya lo había hecho antes, pero lo que este hombre hace musicalmente le sale del corazón. Sin dar la impresión de que quiero erigirle una estatua ecuestre, quiero resaltar con toda calma que Forsyth representa para mí la manera en que la música roots ha de sonar. A parte de todo eso, también se lleva el premio a la mejor frase de apertura. Agradeció a la organización por haber apagado el aire acondicionado y así se pareciese Peer un poquito a Texas.
Sobre los cabezas de cartel se habló y escribió ya mucho antes del comienzo, pero seamos sinceros… ¿Alquien esperaba que Gary Moore lo haría mal? Soy el primero en admitir que la música de Moore no es del gusto de todos, pero es un gran profesional. Puede ayudarse de un buen número de éxitos y en sus recursos como guitarrista. Sus acompañantes hicieron perfectamente el papel de siervos fieles e hicieron todo lo que hay que hacer para que su señor sonase bien. Magnífico concierto. Y, aunque no soy ningún fan de Moore, me impresionó gratamente.
De los Neville Brothers sí que soy un fan. Lleno de respeto, disfruté de una actuación tan poderosa como emocionante. No es blues según las reglas, pero los Neville Brothers son una personificación única de ese estado que tan importante es (era) para la música que la hace ineludible. Sobre una escena repleta cantaban y tocaban los cuatro hermanos, apoyados por una banda de familiares (de sangre o de espíritu) como si éste fuese su último concierto. Igual que la noche anterior, conduje hasta casa con un sentimiento de plenitud. Con los Neville Brothers llegaba el final de la vigésimo segunda edición del BRBF, una edición donde el blues relució de nuevo.
Con un cordial agradecimiento a toda la organización, a los voluntarios, a la gente que recibió a la prensa y a todos aquellos que ayudaron a que estos tres días fuesen todavía más agradables me despido y les digo con mi cuerpo y alma llenas de blues: “See you next year!”.